Miro el reloj, me inquieta el movimiento constante del segundero que da paso a los minutos, las horas, los días, la vida... El tiempo se me escapa de las manos y nunca es suficiente para hacer todo cuanto quiero.
El trabajo se lleva el trozo más grande del pastel, y el resto está demasiado repartido, tanto que a veces no queda nada para lo que me empeño en calificar como "no imprescindible", es decir, ¡yo misma!
Pero qué absurdo, ¿cómo no va a ser imprescindible dedicar tiempo a lo que nos ilusiona, a lo que nos mantiene vivos? Nos pasamos la vida pensando en un futuro mejor y nos olvidamos de lo más importante: captar la esencia del momento presente.
1 comentario:
¡Qué sorpresa!, no sabía yo que en casa de mi querido niño había también además de mucho amor, buen rollo y esas cosas...una incipiente escritora. Sigue, sigue....que yo veo aquí madera y a lo mejor publicas tú antes.
Muchos besos
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