
Hace 29 inviernos, tal día como hoy, la feliz pareja vio aparecer en sus vidas la sonrisa perpetua de un pequeño ser. Dicen que sus enormes ojos podían paralizar el mundo con sólo mirarlo y que, como algo mágico, bautizaba con el nombre de ALEGRÍA a toda la tristeza que se le acercaba.
Ella, agotada e invadida por un frío atroz, cerró los ojos tras el parto. Alguien la tapó con un viejo abrigo y después durmió con una sonrisa dibujada en sus labios.